viernes, 30 de noviembre de 2012




Prefiero encender palabras
a encender velas.
Prefiero traerte besos
a traerte flores.
Prefiero reirte a llorarte,
hablarte a rezarte.
Prefiero sobre todo y ante todo,
mientras pueda,
vivirte.

sábado, 24 de noviembre de 2012

BOTELLA


Cuando comenzamos a vernos

me propuse

meter en una botella

una moneda

por cada beso que yo te diese.

Y extraer de la botella

dos monedas

por cada beso que me dieras tú.



¿Por qué tus besos valían el doble?



Pues para,

en caso de querer tener

un saldo positivo en mi botella,

aprender,

después de dejarte en el portal 59

a besarte en mi memoria,

en mis suspiros

y en cada uno de los pasos

que cada noche tras quererte

me traían de regreso

hasta mi alcoba.
 

RIOS


 
Si pudiésemos analizar

el rostro humano,

como al mapa

donde un cartógrafo

dibuja los ríos y afluentes,

encontraríamos tres cauces principales.



El primero

donde circulan

las gotas de una lluvia inesperada.

Este río

suele aparecer tras la presta carrera.

En los zaguanes.



El segundo

justo al lado de los ojos.

Un despilfarro de lágrimas

que aparecen

en las páginas principales

de una vida.



Y el tercero

en las comisuras de la boca.

Este suele tener

sabor cacao

y suele aparecer en nuestra infancia,

mientras tu madre arruga

un zigzagueante papel de magdalena

dándote prisa

para que no llegues tarde a la escuela.



 
Voy a tatuarme el nombre

de una mujer de mi pasado.

Será rápido.

Son pocas letras.

Además no quiero incrustarle

ni florituras ni colores.

Tengo la costumbre

de siempre que invoco al pasado

hacerlo en blanco y negro.

Sé que tuvo color en algún tiempo.

Fue verde como el árbol

que custodiaba mis abrazos.

Fue rojo como el corazón

que bombeaba a destajo

cuando entre ambos

sólo había un milímetro.

Fue naranja como aquel gajo

que compartíamos tú, yo

y un verano pegajoso y pasajero.



Pero el tiempo

nos ha ido destiñendo

y voy a tatuarme

tu nombre

en blanco y negro.



Dicen que debes de tatuarte

en un lugar algo escondido

para así poder guardarte

tú mismo

tus secretos.

Yo he decidido inyectarlo

en ese lugar

que más nos duele.



Así que esta noche

te dibujaré en mi vida,

para siempre,

y me tatuare, sin color

tu nombre en mi memoria.

viernes, 23 de noviembre de 2012

LLORÉ


 
Lloré cuando murió Gloria Fuertes.

Entonces yo tenia padre y madre

pero me quedé huérfano de poemas.

Volví a llorar cuando murió Mario Benedetti

y de él heredé

las ganas de luchar,

el no tener vergüenza al expresarme,

el ser como uno es,

sencillamente.

También lloré cuando sin decirme adiós

ella me negó sus holas para siempre.

Lloré porque al caer

unos guijarros se clavaron

en las rodillas de mi alma.



Lloré porque mi padre

nunca pudo sumergirse en mis palabras.

Por eso,

me gusta lanzar mis manuscritos

contra el cielo.

Creo que entonces él los hace suyos.

Después de su lectura los devuelve

y en mi estancia lo vuelvo oir hablar

entre susurros.

PALABRAS TRISTES




Noto como entristecen mis palabras.


No me refiero a que el significado

transmita desesperación o llanto.

Incluso las palabras alegres

parecen tristes al escribirlas.



Puedo escribir avenida

y en un momento comenzar

a llover sobre el asfalto.

Puedo, en mi cuaderno, anotar bosque

y una sierra sesgar por la mitad

las verdes vidas.



Últimamente no sé que ocurre

pero entristecen las palabras

que yo escribo.

Anoto, por ejemplo, brisa

y se vuelve un huracán

que arrasa el mundo.

Escribo alma

y me las deseo para encontrarla

sin hallarla.

Pongo la palabra luz

en mi libreta

y se vuelve tan cegadora

que tan siquiera me deja oír

cuando caminas.



No fue siempre así.

Llegué a dominar el arte

de con silabas

pintar paisajes y

poder describir un aroma

con vocablos.



Esto me ocurre desde hace poco,

cuando terminé de escribir tu nombre

y diste la vuelta

para marcharte.

ANTIGUOS AMORES



Por las noches

me visitan los recuerdos

de antiguos amores.

Se intercalan por mi insomnio

como quien busca

un agarradero para asirse.

Se elevan

y en picado

intentan mermar

a mi memoria.

Me cosquillean los pies

que ya no uso.

Me hincan sus colmillos

cual vampiros,

y me dan ideas

para atrapar aquel atardecer

donde viven la palabras

que nunca nos dijimos.

Los antiguos amores

andan por mi casa

como si fuese suya.



Abren el frigorífico

y se mojan con el agua fresca

porque saben

que siempre los he extrañado

en la llovizna.

Después rompen el hielo

antes que yo les diga

que los echo de menos.

A simple vista

parece

que los antiguos amores

intenten arrancar toda mi vida.

Pero ellos

las noches de luna,

cuando llegan incrustados en la brisa

tan sólo esperan de mi

que les brinde

la más sincera y veraz

de mis sonrisas.