sábado, 26 de febrero de 2011

PEQUEÑO CAPITÁN (este poema se lo regale a mi sobrino el día de su 1ª comunión)



Mira pequeño capitán.
Hemos venido todos.
Los que teníamos que venir...
hemos venido todos.

No sé si ese traje de marinero
te hace más alto.
O somos nosotros,
los que con cada marea,
nos estamos haciendo más pequeños.

Pequeño capitán
has liberado el barco que dormía
dentro de la botella de cristal
y te has subido en él
para surcar el mar.
Pero tranquilo mi pequeño capitán,
navega tranquilo,
este mar de gente,
aunque mar,
al fin y al cabo,
no vamos a permitir que tu
naufragues nunca.

Mira pequeño capitán
estamos todos aquí,
dentro de nuestros trajes,
ahorcados con corbatas
o maquillajes que enrojecen cien mejillas.

Tu imagínanos,
y es un ejemplo,
neptunos o sirenas.


Los que no puedes ver,
los que dios reclutó en su tripulación,
los que se fueron en otro barco,
flotan entre este mar.
Te puedo asegurar que también han venido,
y  no se están perdiendo detalle.







Mi pequeño capitán,
en esta travesía que ahora comienza
lo primero que tienes que aprender
para esquivar arrecifes
con tu navío
es a pedir perdón y a perdonar.
Y podrías empezar,
y es un ejemplo,
con pedirle perdón al mar
por haberle robado
su color para tus ojos.

Pequeño capitán
y si es tan grande la tempestad
que el timón aun se resiste...
Comparte.
El gesto de alargar la mano para dar
te hará fuertes los brazos
y podrás enderezar a tiempo la trayectoria.

Y para empezar,
pequeño capitán,
puedes dar,
y es un ejemplo,
tu sonrisa,
o tal vez puedes dar tu inocencia,
que ha muchos les hace  falta.

Y en tu cuaderno de bitácora,
donde cada noche anotes
las incidencias del crucero,
junto a los sueños que tienes
y los amores y desamores que tendrás,
despacito y con buena letra,
hoy,
y es un ejemplo,
anótanos a nosotros,
los que estamos aquí,
los que hemos venido.

Pequeño capitán
si ya estas preparado
creo que levaré el ancla
y espero que tengas una buena travesía
en este duro viaje de la vida.

Hasta pronto.
Pequeño capitán.

POETA


No cuelga de la pared de mi estancia
una de esas cartulinas enmarcadas
con el nombre de uno mismo
en letras góticas,
explicando que eres tal
o eres cual.
Pero puedo hacerte una trenza
con tres rayos de sol,
para tu ombligo.

En el umbral de mi casa
no habita ninguna de esas placas doradas
con el nombre resaltado de uno mismo.
Y abajo no existe, más pequeña,
ninguna inscripción
que explica que eres tal o eres cual.
Pero puedo hacer que huelas
como las casas
donde hay un recién nacido.
Un perfume tierno,
como tierna la mueca
que te pienso para mí.

Tengo la suficiente cantidad de dinero
para ser inmensamente pobre.
Y si tengo que elegir gastar
entre un pan o tu sonrisa,
prefiero pasar hambre en tu alegría.

Podría haber sido médico.
Pero me tocó ser poeta.
Así que las dolencias del cuerpo
puede ser se me resistan.
Pero para los males del alma
tengo siempre un buen remedio
en un frasco con forma de verso.

Podría haber sido arquitecto
y construir una casa
donde aprueben la licencia.
Pero me tocó ser poeta.
Y puedo construirte, si quiero,
un castillo entre las nubes.




Podría haber sido empresario.
Contar dinero y billetes
todo el tiempo.
Pero me tocó ser poeta
así que sólo cuento silabas y versos
para poder hablarte el mar
en poco tiempo.

No tengo grandes pretensiones.
Me conformo con ser poeta.
Le estoy agarrando gusto a eso de,
cuando unos gritan
“Compra”, “Trae”, “Haz” o “Vende”,
yo ser feliz susurrando
un único y sincero
“Te seguiré esperando. Gracias”.

miércoles, 23 de febrero de 2011


BUROCRACIA

Traeme tu amor por triplicado.
Y compulsa tus besos con los mios.

Procura no olvidarte
de la instancia
que te da derecho a mis abrazos
de por vida.
Traeme tu amor por triplicado
junto a las últimas facturas
con que pagaste el olor de tu sonrisa,
además de la “escritura”
que en la mañana
te hace dueña de la brisa.
Traeme tu amor por triplicado
que yo tambien llevaré el mio,
con mis sueños, mis recuerdos
con otros documentos varios
y la hipoteca de mis cinco dedos
que hace tiempo fueron cielo.
No te olvides de nada.
Ya nos veremos esta noche
para elegir un banco
donde pedir préstamo.
Nos servirá cualquiera.
El de la plaza vieja,
el que esta junto a la iglesia,
o el que habita debajo del roble
de Don Mario.
El de madera vieja.
Allí todos los que pasen
que esperemos sean nadies,
podrán ver
que nuestro amor no es fotocopiado.
Nuestro amor es original.
Asi lo acreditan
el notario de tus manos
y el abogado que me ordena
que te mire.

lunes, 21 de febrero de 2011

MIS ORACIONES


LOS SIETE PECADOS “CAPITALES”

Mentir desde “Washington”.
Construir un muro en “Berlín”.
Ser inmigrante en “Madrid”.
Robar un amor en “Londres”
Ahorrar en “Buenos Aires”.
No visitar el  jardín botánico de “Montevideo”.
Ir a “París” y no entrar en un burdel.

LAS MALAVENTURANZAS


Malaventurados los que fabrican armas, porque el llanto de sus hijos al nacer nunca será el mismo que el de nuestros padres al morir.

Malaventurados los poderosos, porque en sus cenas cambiarán amigos por flores, sin aroma, en un jarrón.

Malaventurados los mentirosos, por que nadie irá a su entierro, creyendo que no han muerto de verdad.

Malaventurados los recuerdos, porque nos harán pensar que cualquier pasado fue mejor.

Malaventurados los dirigentes de las grandes madereras, por que por muchos que talen, siempre quedará un árbol, aunque sea pequeño, dispuesto a sacrificarse para que mueran en la hoguera.

Malaventurados los racistas por que su sombra siempre será negra.

Malaventurados los relojes, por que siempre que los miremos ya habrá pasado.

Malaventurados los poemas de amor, por que siempre existirá alguien que lo dijo antes y mejor que tú.

Malaventurada la utopía, por que nos hará creer felices entre la mierda.


sábado, 19 de febrero de 2011

EL PERDÓN DE LAS PALABRAS

-1-ÉL-

Me consuela saber

que duermes ya cansada
en la baranda del recuerdo,
donde ayer te robaba
desnudeces de reojo.
Donde los geranios
compartían tus silencios,
y tus silencios
compartías tú conmigo.

La rama de mi cuerpo
subía al cielo,
al ver como se unían
las ramas de tu cuerpo en los encajes.

Y me acostumbré a soñarte
toda entera.
Soñaba tus pechos más redondos.
Soñaba en el color de tus mejillas
en mi boca.
Soñaba en el calor de tus uñas
en mi hoguera,
la que en mi corazón, arañaste
sin medida,
y me mataste
lentamente,
anunciando, sin palabras,
tu partida.

Me consuela saber,
que, aunque sin mí
sigues corriendo,
escapando de las piedras enemigas.
Pero ahora sé que ya no caes.
Las cicatrices abandonan tus rodillas.





No le dimos tiempo
al tiempo de los bancos,
de las plazas,
de las robadas y ocultas
“oscureces”.
No le dimos tiempo
al tiempo de los besos,
los abrazos,
al tiempo de descubrir
al cuerpo ajeno.
Eso sí.
Una noche te robé
dos caricias
y tres besos,
si en la cuenta,
contamos con los sueños.

Me consuela saber
que en la ciudad,
cuando te acuestes,
te acuerdes de mí
y de los geranios,
y aunque en tus ramas
edifiquen otros nidos,
tengas el detalle
de compartir
tu silencio
con el mío.

-2-ELLA-
Imagino que viven
dentro de mi espejo.
Y por si me observan
me avergüenza desnudarme.
Aunque a veces,
rompo miedos y tabúes,
y con la ropa de haber nacido,
me acerco
y observo,
que mis pechos no han crecido.



Después,
me siento
en la vieja silla de madera,
y cubro mi pequeño sexo,
inmaculado y
silencioso.
Blusa blanca.
Falda roja.
Y antes de ponerme mis zapatos
me gusta acompañar
a los geranios,
que duermen
y esperan al sol
en mi baranda.

Los rayos de sol
doblan las esquinas,
y golpean mi rostro fuertemente.
Dan calor a mis geranios
e iluminan los lunares de mi frente.

No suelo adornarme con perfumes
por que el pueblo posee sus aromas,
a azahares,
a cerezas,
otras veces a lavanda,
pero casi siempre huelo
a la esencia de geranio,
de los que hay en mi baranda.
Y vuelvo a divisarme en el espejo.
Y en unas trenzas mi cabello recojo.
Y vuelvo a salir a mi baranda,
para ver si aún existe,
aquel chiquillo que me mira de reojo.


-3-ÉL-

Sólo en sábado y domingo

comparto contigo
el viento que respiro.



Venimos cada uno de nuestra ciudad,
de nuestro deber,
de nuestro soñar.
De andar entre ventanas que te espían.
De pisar suelos humeantes,
hogares de palomas clandestinas.
Donde las almas se mezclan con los vivos,
y la muchedumbre dobla las esquinas.

Donde la belleza se comprime
en los dedos sucios
del flautista,
que en la boca del metro
despierta a prostitutas y borrachos
que no saben volver.

Pero yo vuelvo.
Los sábados y domingos vuelvo.

Yo, desagradecido,
los nombro sólo pájaros,
pero ellos me pían por mi nombre,
y me ofrecen cantos que no sé descifrar.

Ahora ya no corremos.
Andamos despacio,
apretando el pie en cada pisada,
haciéndola diferente a las demás.



Y cuando llego a los bancos
que inmóviles quedaron en la plaza,
por instinto,
y sin girar cabeza,
sé que no te voy a ver
pero te miro.
Miro los ornamentos de oxido de hierro,
y los palos secos que guardan las macetas.
Y miro la puerta de madera carcomida
que velaba tu desnudez
cuando dormías.
Pero te veo aún allí apoyada,
sonrojada y virgen como antaño.
Con los dedos de tus pies bebiendo brisa.
Con tu pelo de madera alborotado,
con una falda corta insinuante,
y de los cinco
un botón desabrochado.

Y en un pensar
te deseo nuevamente en mis sentidos.
Y los sueños que me caen,
los recojo.
Y muevo de nuevo
el motor de mi memoria
con otra simple
mirada de reojo.

-4-ELLA-
Ñic, ñac, ñic, ñac......
La mecedora de nogal
comparte conmigo
las líneas de sol,
que han podido vencer
a los listones de madera
que custodian mi silencio.

Ñic, ñac, ñic, ñac.......
Mi rostro, aún joven,
esta cansado.
Mis ojos, aún azules,
brillan,
aunque de manera diferente.
Mi sonrisa, tímida,
regala melancolía
a los que viven dentro de mi espejo.
Y mi cabello es un pañuelo verde,
que cambió rizos por nudos,
cuando empezaron
a acribillar mi cuerpo
con tubos y agujas,
por donde,
en lugar de entrarme vida,
le abrían pasadizos
invitandola a marcharse.


Me levanto, a duras penas,
y me acerco al ventanal.
Pasan hombres.
Pasan niños.
Y también algún recuerdo,
que es lo que me duele más.

Con su prensa bajo el brazo,
pareció que me miraba.
Incluso en mi gran silencio
me pareció que lloraba.
Y yo deseo sus ojos,
su boca,
su dulce frente.
Pero no puedo tenerlo.
Tengo contrato de muerte.

Ñic, ñac, ñic, ñac......

Ñic.
Ñac.
Ñic.
Ñ....
Mis pesados párpados
desafían la ley de la gravedad.
Pero no puedo con ella
y me duermo hasta soñar.
Y en este mundo de sueños
irreal pero atractivo,
me esta mirando ese hombre,
con su cara de chiquillo.

Y yo con mi falda roja,
seco mi pelo en el sol.
Mis codos en la baranda
y en la radio mi canción.

El viento mueve las hojas.
Los niños pasan corriendo.
En mi mundo de los sueños
aún no me estoy muriendo.


Alguien de los habitantes
de mi espejo envejecido
saca una de sus garras
y grita: -“Vente conmigo”-

Ñic, ñac,ñac...

Ñac....ña......ñ......

ADIOS.

-5-EL-
No suelo adornarme con perfumes,
por que el pueblo posee sus aromas.
a azahares,
a cereza,
otras veces a lavanda.
Pero hoy me he dado cuenta
que hay un olor que ignoraba.

Es un aroma algo triste,
pastoso y fácil de oler.
Y aunque parece muy fuerte
es simplemente otro aroma
de los que trae la muerte.

Lleva pepitas de fresa.
Pizca de melocotón.
Y los que pueden olerlo
le añaden sin darse cuenta,
tropezones de dolor.

Las calles parecen más empinadas que nunca.
El pintor del cielo perdió el blanco.
Y ya sé descifrar el canto de los pájaros.
Y me detengo a escucharlos,
pero sólo cantan “fados”.







Aquí en el pueblo
todo llora.
Llora la cal de los muros.
Llora el seco riachuelo.
Llora el viento y las bisagras,
la mula,
y llora el molino de agua.
Lloran las piedras ordenadas de la calle.
Y los músicos ancianos,
con sus instrumentos,
por la noche,
hacen llorar a la banda.




Pero de todos los llantos,
el más ensordecedor,
sin duda,
es el de los geranios
que hay, en la que fue
tu baranda.
En mi banco quieto de la plaza,
quiero llorar y no puedo.
Temo vaciarme de llanto,
por no poseer tu pelo.
¿Por qué nunca te lo dije?
¿Por qué he vivido callado?
Aunque mire de reojo
no te veré en ningún lado.

Antes de morirme, lento,
de nostalgia,
quiero dejar,
los actos que me quedan, ordenados.
Por eso,
pido un gran perdón
a las palabras que no dije.
Y uno más pequeño
a las que sólo dije susurrando.