La transparencia
azul de tu regazo
rompe el cristal que
nace en tus andares.
Vagabundea por la
copa de algún árbol
que se otoñea
durmiendo junto al
río
que ella un día
iluminada
bordeó descalza de
palabras.
Algunos peces
custodian su camino,
mientras,
las piedras
conversan con sí mismas
y relatan una
canción
sin violines,
sin arpegios
o falta de lágrimas
de nube
y cuerdas flojas
sin abismo y sin
remedio.
El azul no es un
azul cualquiera.
Este destellea
monumentos,
casas que albergan
labios vivos,
ilusiones envueltas
de regalo
y la llama de una
vela
que sólo se
enciende
cuando es fiesta de
guardar
en tu azotea.
Este azul
se te clava o te
acaricia
según la
predisposición
que lleves puesta.
Igual puede viajarte
hasta los cielos
y después
escupirte a boca
llena.
Pero yo aún lo
quiero
venga en son de
guerra
o sea río.
Porque de todos los
azules
que hoy existen
este, sin dudarlo,
es el mio.