Me gustaría recitar
mis poemas en un Luna Park abarrotado.
Me gustaría que el
público al finalizar mi sucesión de versos, pensamientos y deseos,
abandonarán el
auditorio felices e inundados por una inexplicable sensación de paz.
Me gustaría que
sólo una muchacha quedara en su butaca y una vez la sala estuviese
completamente vacía, se acercara y me dijera:
-¿Sabes que el
último poema me lo has escrito a mi, sin que supieses que yo
existía?
Yo le respondería
feliz y aliviado:
-Eso no es cierto.
Yo sabia que existías, por eso he leído este poema en todos mis
recitales.
Sólo he tenido que
esperar que, por fin, aparecieses.