lunes, 21 de mayo de 2012

VINILO


Algunos intentan rescatar su juventud

en viejas fotos.

En las que aparecen, por lo general,

con más pelo

y con más dientes.

Otros se acercan a aquel parque

donde oxidados duermen

los columpios

que un día fueron suyos.



Yo he encontrado un lugar idóneo

para almacenar por orden alfabético

mis recuerdos.



Sé que mi juventud quedo apresada

en el leve murmullo

de alguno de mis discos de vinilo.

En ese pequeño simulacro de llovizna

andan metidos

todos mis amores de tarde y de memoria.

Todos los minutos que me harte de vida

y todas las taquicardias

que anuncian la presencia

de un querer cercano.

El minúsculo murmullo del vinilo

compartió mi atardecer de varicela

y ese primer beso torpe y vergonzoso

que brotó en aquel banco de metal

que se esfumó

cuando acabó la primavera.



El susurro de mis discos de vinilo

me enseño a envejecer a 45 revoluciones por minuto.

Ahora, ya más relajado

a 33 revoluciones

lo recuerdo.



Observando todas las vueltas

que ha ido dando mi única vida

veo como el vinilo da las suyas

entonando aquella canción

que trae escondida.

Una melodía que se une a la perfección

al murmullo de mis discos de vinilo,

donde puedo oler

a goma de borrar,

a bocadillo de nocilla,

a katiuskas mojadas hasta dentro

y al perfume de los pechos

de la muchacha

que vivía allá en la esquina

y a veces se asomaba a la ventana.







El susurro de mis discos de vinilo                                    

es un confidente serio y mudo

y nunca desvelará mi juventud.

Él seguirá simulando por siempre

aquella lluvia

que me mojó cuando te amaba

sin poder decirme

a quién amabas tú.


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