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JUSTO EN ESTA CALLE Y JUSTO EN ESTE TRAMO ESTA MI INFANCIA CLAVADA EN LOS RINCONES. |
La estrechez de la
calle San Pedro
aún tenia espacio
para albergar
a una abuela viuda
y un abuelo
sustituto
que a pesar de sus
rarezas
a mi me quería con
locura.
Los balcones de
ambos lados de la calle
se abrazaban
y los geranios
lloraban desde ellos sus hojas
sobre las piedras de
un suelo
que de nuestro andar
guardaba al tiempo y
la memoria.
La calle sólo
existía los domingos
y comenzaba a
renacer
después de misa,
por eso siempre que
ella y yo
nos encontrábamos
lucíamos nuestras
mejores galas y promesas.
Yo con mi brillante
pelo humedecido
y ella brillante
igual por el lamer de los gatos.
A ella le entregué
las rodillas de mis pantalones
y ella a mi me dio
platos de arroz,
chocolatinas,
toneladas de paz y
tres amigos.
Un día le robé
unos veinte duros
y ella me robó la
infancia entera.
Y esperó paciente
a abrir la puerta de
mi adolescencia
cuando los geranios
avisaron
que para mi abuela
aquella sería la
última primavera.
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