Después de mucho
tiempo volando su cometa,
el pequeño Juan
notó como se elevaban, unos centímetros, sus pies del suelo.
El pequeño también
notó un poco de burla al contarlo a los demás.
Así que decidió no
contarlo.
Así que decidió no
volver más al llano con aquel juguete que bailaba los vientos.
A los siete años,
el pequeño Juan, ya ignoraba su derecho a volar.
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