jueves, 3 de octubre de 2013

PALABRAS MOJADAS



Sí.
Ya.
Lo tengo decidido.
Voy a subirme al edificio más alto de la ciudad.
Sentado en la azotea
y con cuaderno en mano
esperaré que llueva,
porque es normal por estas fechas.
Cuando las gotas vayan abandonando las nubes
y antes que caigan al suelo,
interrumpiré su trayecto
y en cada una de ellas
ataré una palabra.

La gente andante irá mojándose
de agua y de palabras.
Algunos construirán con ellas promesas o puentes.
Otros, venganzas innecesarias.
La joven se conformará, tal vez,
con sólo una,
“beso” o “amor”, por ejemplo,
y al anciano le vendrá justo
para sujetar la palabra “vida”.

Cuando las haya repartido todas
y mi cuaderno renazca de nuevo inmaculado,
bajaré a los suelos
y me mezclaré con los humanos empapados.

Algunos mojados por palabras,
otros por esa lluvia común por estas fechas,
y los que no tuvieron suerte de unirse a la multitud,
yacerán,
mojados igual,

pero de llanto.



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