jueves, 20 de enero de 2011

La MuChAcHaS


Por fin encuentro el amor

y va y no era el mío.

El que yo encontré

pertenecía a las muchachas,

que se envolvían en él,

mientras yo

cautelosamente y con desdicha,

respiraba.

Los cuerpos de las muchachas

se unían tanto

que las palabras no llegaban a salir

y morían en los huecos

de sus senos.

Sus labios juntos

fabricaban de cien pequeños besos

uno enorme,

y yo mientras tanto,

cautelosamente y con desdicha

respiraba.

Las dos muchachas eran como dos pinos cercanos

que unen sus altas ramas

cuando uno mira arriba.

No sabía a quien pertenecían

cada una de las cuatro manos

que bailaban suavemente en las cinturas.

Brazos sujetando manos.

Manos que parían dedos.

Y dedos leyendo mensajes

en sus cuerpos,

como ciegos.

Y yo allí,

cautelosamente y con desdicha,

respiraba.

Otras veces, las muchachas

sencillamente se alejaban,

y separadas, más o menos

la mitad de este verso,

se miraban,

con sus ojos,

unos azules,

los otros verdes,

que al mezclarse entre ellos

y con un pequeño toque

del brillante de sus labios

mojados por la condensación

de sus “te amos”,

formaban un no sé que,

y las envolvía.

Yo, entonces,

cautelosamente y con desdicha,

me alejaba.

Y hablándole a mis pasos

les comenté

lo grande que era el amor de las muchachas.

Y metí mis frías manos

en los bolsillos

para que no pudiesen reírse de mí,

al ver,

que un día que encuentro el amor

va y no era el mío.

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