viernes, 22 de marzo de 2013

RECUERDO




Iba olfateando inviernos
y pintando fiestas de guardar
por las aceras.
Cabizbajo conseguía ver el cielo
y sin equivocarse, contar
los planetas, las nubes, las estrellas.
Cocinaba cuevas y arrecifes.
Con su piano deleitaba a las piedras
con anaranjadas melodías,
después de afinar perfectamente
las hojas impares de un viejo libro
y las hojas pares de un viejo sauce
que cuando el nació
ya estaba allí.
Construyó un hogar a su medida
dentro de una botella con arena.
Viajaba en bicicleta por los mares
y así pedaleaba la fe de sus ahogos.
Escogió a seis muchachas
para poder salir los domingos
a pasear pretextos y desdichas.
Contaba sus pasos
y cuando llegaba a cien
volvía a empezar de cero.
Lanzaba monedas al cielo.
Si salía cara, se enamoraba.
Si salia cruz, moría
de destierro y de penumbra.
Esperaba sentado
o se sentaba esperando
mientras la luna
siempre acudía puntual
a sus promesas.
Iba olfateando los otoños
y extendía sus manos
para dar de comer a las palomas
su piel y sus huesos
de estropajo, muro y tiempo.
Pero cuando el aire le faltaba,
creyendo que iba a fallecer
allí mismo a calle abierta,
solía sentarse en nuestro banco
y entonces
escribía su mejor poema
en mi libreta.

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