“ Lo que más me impresionó la primera vez que subí a un avión fue cuando el ángel que iba sentado en el ala comenzó a conversar conmigo, hasta que entablamos una amistad incondicional”
Nadie le creía cuando lo contaba. Pero él, todas las noches, cuando iba a acostarse, se quitaba el reloj y vaciaba sus bolsillos. Dejaba sobre la mesilla de noche; las llaves, algunas monedas y una billetera de piel que no recordaba ni los años que la tenía. Entonces la abría, antes de apagar la luz, sacaba la foto de una niñita preciosa, y después de darle un pequeño beso la acomodaba en el pedazo de cielo que su ángel le regaló.
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