
Todos los días su padre, viudo, le introducía, meticulosamente, en su mochila; las zapatillas de ballet, el maillot, una pequeña toalla y un botellín de agua fría. La subía en su coche y la aproximaba a la escuela de baile..
Luego él se iba al trabajo.
Una tarde de lluvia regresando con su auto, sufrió un accidente y le amputaron la mano.
Ha pasado ya mucho tiempo desde aquello. Y hoy la que fue una preciosa niña, baila de teatro en teatro alrededor del mundo.
Y cada vez que acaba una función, y el escenario se llena de hurras y bravos, ella sólo oye los aplausos de su padre, sentado en la tercera fila.
Que enorme suerte poder escuchar esos aplausos de corazón, los que conmueven... Precioso, perla.
ResponderEliminarHay sonidos que están más allá de nuestros oídos. Muy bonito, y precioso el cuadro.
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