sábado, 12 de marzo de 2011

BaiLaRiNa



Era una niña preciosa. Uno no podía adivinar si había nacido para la danza, o si la danza había sido creada exclusivamente para ella.
Todos los días su padre, viudo, le introducía, meticulosamente, en su mochila; las zapatillas de ballet, el maillot, una pequeña toalla y un botellín de agua fría. La subía en su coche y la aproximaba a la escuela de baile..
Luego él se iba al trabajo.
Una tarde de lluvia regresando con su auto, sufrió un accidente y le amputaron la mano.

Ha pasado ya mucho tiempo desde aquello. Y hoy la que fue una preciosa niña, baila de teatro en teatro alrededor del mundo.
Y cada vez que acaba una función, y el escenario se llena de hurras y bravos, ella sólo oye los aplausos de su padre, sentado en la tercera fila.


2 comentarios:

  1. Que enorme suerte poder escuchar esos aplausos de corazón, los que conmueven... Precioso, perla.

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  2. Hay sonidos que están más allá de nuestros oídos. Muy bonito, y precioso el cuadro.

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