Colgaré de la pared
mis sentimientos.
En aquel clavo,
por ejemplo,
está mi mano.
Una mano que regala, aplaude,
y acaricia un pincel rojo
pero sin sangre.
En aquella otra pared
cuelgo mi tiempo.
El día que tardé en marcar un trazo,
o el trazo que marqué un día en la tarde.
También colgaré,
sin que lo veas,
las palabras que le dije al lienzo virgen.
Y guardaré en mis entrañas
los lamentos que ese lienzo me contaba.
Y cada cuadro que mire fijamente
me traerá un perfume diferente.
A una noche fría y solitaria...
A una mañana de sol en la buhardilla...
O simplemente,
a un pasar por allí y allí quedarme.
Si ves mis momentos ahorcados
en algún clavo
de una pared cualquiera,
piensa que un momento de mi vida
va con ellos,
y ahí mi vida quedará
cuando yo muera.
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