Cuando se apaguen mis ojos.
Cuando no responda a tu hola
y las únicas olas con las que hable
me lleven al abismo.
Cuando simple y llanamente muera
hazme un favor.
Primero dime cosas dulces
o absurdas, da lo mismo,
tiéntame, ruborízame,
que mis mejillas enrojezcan.
Nunca me gustó la palidez del abandono.
No quiero que llores.
No poder secar tus decepciones
me haría morir
de nuevo en mi muerte.
Busca todos los relojes que funcionen.
Los que vayas agarrando tú a tu paso.
Destrípalos paciente
uno a uno.
Recoge las horas que cayeron por los suelos,
lánzalas contra mí
sin compasión.
Tira horas.
Regálame instantes.
Arrójame tiempo.
Si lo hicieras
tal vez me levantaría
aún enrojecido.
Te miraría
para comenzar a hablar,
a contarte todo aquello
que nunca llegué a decirte,
porque tú nunca me diste
el tiempo,
el poco tiempo que necesité.
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