La cajera no sabe que estoy triste.
El lector de códigos no detecta la tristeza.
Ni tan siquiera, la cajera,
sabe mi nombre.
Yo sí sé el suyo.
Un pequeño cartelito lo delata,
justo al lado donde el aire enlatado
eriza sus pezones.
La cajera no sabe donde vivo.
Ella sólo sonríe,
porque su sonrisa
va firmada en el contrato.
Siempre que soy parte de la “respirante” serpiente
que se aproxima a la cajera,
recuerdo mi pequeñez,
donde Patricio
colocaba en una bolsa,
y por orden,
lo que mi lista traía.
Patricio si sabía de mi tristeza,
y para matarla
me regalaba un caramelo.
Y la mataba.
No sé si por el caramelo,
o por su sonreír sincero,
el que no exige contrato.
El mostrador de Patricio
estaba repleto;
latas de tomate,
aceitunas,
sardinas bailando sardanas...
que Patricio vendía a los niños sin madre,
madres sin niños,
niños con madre,
y madres con niño,
que todas las mañanas
dejaban fragmentos de sus vidas
frente al mostrador de mármol.
La tienda de Patricio era pequeña,
los corazones se agolpaban allá adentro
rozándose unos a otros
esperando su turno.
Sin prisa.
Tranquilos.
Las mujeres mientras,
intercambiaban recetas culinarias de contrabando,
y los niños esperábamos la mirada de Patricio,
porque siempre iba acompañada de sonrisa,
que siempre traía caramelo.
Alguna vez,
alguna clienta lloraba
recordando a su marido muerto.
Pero Patricio lo arreglaba,
por ejemplo,
con una sardina de más.
Patricio murió justo cuando nacieron las cajeras.
Las cajeras que no saben que estoy triste.
Hoy cuando he salido de aquí,
equilibrando el peso de mis mil bolsas,
cuando el aire enlatado se ha hecho libre y caliente,
buscando en mis bolsillos el cigarrillo prohibido
donde sonríe la cajera, con su sonrisa firmada,
con la punta de mis dedos,
en el fondo,
he acariciado un caramelo.
Un caramelo que yo no puse.
Lloré tanto la tarde que lo leí por primera vez que hice llorar a todos los que estuvieron conmigo...incluida la viuda de Patricio, a quien le encantó saber que alguien recordaba a su marido por sus buenas acciones y no por su mal carácter, seguro que a estas horas ya se lo ha contado a él también.
ResponderEliminarGracias por dedicarme la poesía, todas me llegan, pero esta...me sigue haciendo llorar. Mil besos.