Por fin encuentro el amor
y va y no era el mío.
El que yo encontré
pertenecía a las muchachas,
que se envolvían en él,
mientras yo
cautelosamente y con desdicha,
respiraba.
Los cuerpos de las muchachas
se unían tanto
que las palabras no llegaban a salir
y morían en los huecos
de sus senos.
Sus labios juntos
fabricaban de cien pequeños besos
uno enorme,
y yo mientras tanto,
cautelosamente y con desdicha
respiraba.
Las dos muchachas eran como dos pinos cercanos
que unen sus altas ramas
cuando uno mira arriba.
No sabía a quien pertenecían
cada una de las cuatro manos
que bailaban suavemente en las cinturas.
Brazos sujetando manos.
Manos que parían dedos.
Y dedos leyendo mensajes
en sus cuerpos,
como ciegos.
Y yo allí,
cautelosamente y con desdicha,
respiraba.
Otras veces, las muchachas
sencillamente se alejaban,
y separadas, más o menos
la mitad de este verso,
se miraban,
con sus ojos,
unos azules,
los otros verdes,
que al mezclarse entre ellos
y con un pequeño toque
del brillante de sus labios
mojados por la condensación
de sus “te amos”,
formaban un no sé que,
y las envolvía.
Yo, entonces,
cautelosamente y con desdicha,
me alejaba.
Y hablándole a mis pasos
les comenté
lo grande que era el amor de las muchachas.
Y metí mis frías manos
en los bolsillos
para que no pudiesen reírse de mí,
al ver,
que un día que encuentro el amor
va y no era el mío.
que bonito javi
ResponderEliminarMuy bonito, no puedo dejar de imaginarte perdido en ese desdén ejejejejje
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