Los ojos de la cantante de jazz
miran al cielo.
De repente se cierran
buscando en su interior
la melodía.
La música deambula
por sus venas
y se escapa
por alguna de sus uñas
que desgarran la voz
tras la dulzura.
A la cantante de jazz
le nacen notas dentro.
La doblan y enderezan
los acordes
hasta que al fin
cae rendida en los aplausos.
Grandes.
Muy grandes.
Los ojos de la cantante de jazz
son imponentes.
Ellos,
como un circo de leones y romanos.
Yo,
como un cristiano que muere desolado.
La cantante de jazz
no sólo canta.
La cantante
también vive una triste historia.
Un blues desgarrador
que se apodera
de los abrazos
que le llegan sólo a ella.
Igual uno de aquellos
era el mío,
que fue a estrellarse
contra el suelo del estrado.
Los ojos de la cantante de jazz
miran al cielo,
no notan
como muerto e ignorado
fallece un blues- abrazo
enamorado,
cuando se pierde un abrazo-blues
ensangrentado.
Mientras ella
canta y cierra los ojos
para no verlo.
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