Cada vez que abro un libro, las palabras que necesito salen volando de sus hojas, como palomas asustadas por las pisadas del caminante apresurado.
No salen todas. Ni mucho menos. Alzan vuelo sólo las más atrevidas y las que se hartaron de tanto cautiverio.
Luego revolotean a mi alrededor. Algunas precisan mis caricias. Otras, sin embargo, vagan por la oscuridad de mi azul estancia.
Van de aquí para allá, mientras el libro, poco a poco, se va quedando huérfano de palabras.
Yo las voy atrapando y con ellas hago frases o versos, según mi predisposición o
ánimo en ese instante.
Igual puedo escribir de día, “Esta semana le toca la escalera”, y después por la noche, ya cansado, ordenar sólo tres cortos vocablos para formar un urgente y necesario, “Aún te quiero”.
Un final carregat de sensibilitat...alriva molt. M´encanta, l´he rellegit moltes vegades.
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