lunes, 24 de enero de 2011


Se sorprendió al ver a la multitud agolpada, para depositar flores delante de una tumba, donde se podía leer:

“AQUÍ YACE UN DICTADOR”.

Así que se acercó a una viejecita, casi inapreciable, que estaba detrás de un manojo de claveles y le preguntó- ¿Por qué lloran a un dictador?.

Era muy bueno- respondió ella- cada día se aproximaba a casa de algún vecino y como no sabía escribir, le dictaba cartas de amor.

Al ver como de sus ojos salía de viaje una lágrima hacía la comisura de sus labios, adivinó que ella fue la destinataria de esas cartas.

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